Sarah

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Comenzó a proyectarse, dentro del circuito No solo en cines, el primer documental de Emiliano Romero, guionista y director de Topos.

Emiliano Romero conoció a Sarah Bianchi, titiritera, artista plástica, docente, cuando ella tenía 87 y él 23, hace más de diez años.

Él quedó prendado de su energía y de sus ganas de hacer cosas aún a esa edad. Le pidió permiso para grabarla durante algunos días. Ella aceptó y entonces Emiliano, con un equipo muy reducido, se instaló durante cinco meses en su vida de todos los días.

Lo que se ve en el documental, a primera vista, es un ensayo de una obra de títeres para adultos que la Bianchi estaba preparando. Pero lo que logra el director, a través de un manejo terrible y delicado del montaje, es atrapar la esencia de la artista a través de sus pequeños gestos.

Ver la película es conocer a Sarah, divertirse con su sentido del humor, asombrarse al verla trepando altísimas escaleras de madera para encontrar un títere que sobrevivió a la dictadura. A través de tomas y retomas superpuestas se ve el avance de su ensayo, su proceso creativo, la relación con los actores y titiriteros, pero también su manera de pararse ante el mundo, su ingobernable optimismo, esos ojos que podían ser a la vez tan severos o tan dulces.

Emiliano Romero captura destellos que se ven amplificados por el tempo especial que le encontró a la película. Su trabajo anterior, Topos (2012) tenía algo de esa atmósfera única y misteriosa.

El director también es creador de No solo en cines, circuito alternativo para la proyección que se conecta con centros culturales, teatros y cines de barrio de CABA, el conurbano y el interior del país, para acercar películas a un público que muchas veces se las pierde por la tiranía de las grillas de programación comerciales.

La mayor virtud de Sarah es que no es efectista, ni es pretenciosa, ni se propone contar nada más que ese período de la vida de esta mujer valiosa. La cámara la acompaña sin cargar las tintas, moviéndose con ella a todas partes y sumando el valioso aporte de Fernando Lockett en la fotografía.

El metraje completo se contagia de la energía del hacer de su protagonista.

Sarah es una película chiquita, que sin embargo cuenta sin vueltas un fragmento grande de nuestra Historia del Arte.

Todo parece demasiado quieto y de repente, como en el lago Ness, asoma la cabeza de un ser mitológico. Un títere, quizás, pero además eso inasible que es el fuego sagrado del artista.

Eso que tiene también Emiliano Romero en su forma de ver el mundo y de compartirlo con nosotros.