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Magia

Gualicho

Por: Lucía Fontana

Bizarro, espeluznante y divertido, el mago Emanuel Zaldúa sabe cómo hechizar a su público.

Gualicho es un espectáculo de magia. Pero no esperen conejitos blancos ni palomas. El mago es un personaje atormentado, escapado del circo del terror. Un olvidado de un carromato ambulante que se estrelló en el fondo de un barranco. Una especie de fantasma errante, pero vivo.

El mago viene a ofrecer su corazón, aunque esta sea una ofrenda de virtudes dudosas. Te pide el tuyo a cambio de unos prodigios asombrosos. Hay lugar para la duda, el asombro y la pasmosa elasticidad de los límites.

El encargado de ponerle piel a tremendo personaje es Emanuel Zaldúa, también dramaturgo y director de la obra. Zaldúa es mago, y muy bueno, como lo demuestra su participación en la exitosa El centésimo mono. En este caso, su magia es misteriosa y está dirigida a crear divertidos escalofríos. Con estética de película de terror, propone truculentas proezas a su público, que se prende enseguida para pedir que vuelva un amor perdido, conversar un rato con los muertos o asistir a su destreza que juega con los bordes de la superstición.

La escenografía y la iluminación son muy funcionales. Se logra una especie de escenario de music hall intervenido por un espectro de la tiendita de los horrores.

El elenco se completa con Wadalupe García Dupuy, que canta y aporta su trabajo físico, y Horacio Pallarés, que toca el piano como los dioses y participa dándole dinamismo y climas especiales a la puesta. Quizás le falte un golpe de horno a la resolución, pero Gualicho vale la pena porque asombra, estremece y divierte, como todo buen espectáculo de magia.

 

 

Centro Cultural 25 de Mayo.

Centro Cultural 25 de Mayo. Triunvirato 4444. Viernes a las 22.