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La espuma de los dí­as

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Se estrenó en Buenos Aires La espuma de los días, una película con un planteo visual muy especial y una singular mirada del amor.

Michel Gondry es un director francés que se hizo famoso por hacer videoclips increíbles, colaborando con artistas como Björk, Daft Punk, Paul McCartney o los Chemical Brothers. Su estilo se caracteriza por generar universos  visuales originales y desconocidos, utilizando diversas técnicas de animación de las que, en varias ocasiones, es incluso el inventor. Junto a directores como Spike Jonze o David Fincher es considerado uno de los más extremos exponentes de la influencia estética de los videoclips en el cine.

En el año 2004 realizó una película con guión del mítico Charlie Kaufman (el mismo de ¿Quieres ser John Malkovich? y El ladrón de orquídeas) llamada Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, que se erigió como película de culto para toda una generación por su manera de construir una historia de amor genuina fuera de todas las convenciones acostumbradas en el cine de entretenimiento. En su cine, la aparición continua de personajes absurdos y elementos surreales va construyendo una atmósfera simbólica muy compleja y lúdica donde todo parece tener vida: los objetos, los fondos, los colores. El gusto por la experimentación y el movimiento son contagiosos, y cada plano vale por sí mismo como un cuadro, como una experiencia plástica en sí misma.

Esta película, basada en la novela homónima de Boris Vian, utiliza una serie de inversiones y estrategias confusas para revelar el absurdo del mundo y la necesidad de cada uno de cumplir con determinados roles que muchas veces no ha elegido ni comprende. Está realizada con un enorme respeto por el texto original, y las pequeñas ideas que la pueblan (un piano que al tocarlo ofrece distintos cócteles con el gusto de cada música, por ejemplo), quedan en la memoria después de pasados unos cuantos días. De apariencia tal vez superficial, esta película ofrecerá al espectador comprometido una serie de claves de lectura completamente originales, donde nada es lo que parece y a la vez cada detalle es capaz de comunicar ideas y emociones. Todo salpicado con una hermosa música de jazz y la ternura de Audrey Tatou, que recupera en este papel una frescura que parecía perdida.