Si Dios quiere

Por: Soledad Castro

Por la originalidad de su tema y el tratamiento absurdo de las situaciones, esta película fresca y divertida ofrece una buena dosis de humor italiano.

Tomasso, el protagonista de la película, es un verdadero profesional progresista del momento: neurocirujano reconocido, vive con su familia en un súper departamento, se viste con los mejores trajes, cuenta con todas las comodidades. Es ateo y sus ideas no parecen conservadoras; sin embargo, es un maltratador con su familia, es agresivo con la gente que lo rodea y padece de esa especie de insatisfacción crónica que es casi un signo inequívoco de la vida posmoderna, independientemente de la clase social a la que se pertenezca. Su hijo varón, estudiante de medicina, da muestras de tener un secreto muy importante que ocultar: Tomasso piensa que el muchacho es gay, y que eso será lo que tengan que enfrentar como familia; la situación no le produce demasiado conflicto y está dispuesto a tomarlo con naturalidad. Pero a la hora de la verdad, su hijo le confiesa que lo que realmente quiere es convertirse en cura. Y esa realidad, en otro tiempo tan ortodoxa y cada vez más infrecuente, es la que desestabiliza por completo a Tomasso y desata el conflicto principal de la película.

La puesta en escena caricaturizada y absurda de cada uno de los personajes permite al director opinar sobre la sociedad italiana y sus contradicciones con gran sutileza, aprovechando la comedia en sentido crítico sin perder el tono liviano. Todas las actuaciones están muy bien, y algunos comediantes realmente se lucen, sobre todo la pareja principal de Marco Giallini y Alessandro Gasman. Quienes quieran disfrutar de un tipo de humor que rara vez aparece en el cine local o estadounidense, pueden ir a ver esta película.