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Danza

La corporación

Por: Amalia Di Gregorio

La oscuridad, lo sensual y lo terrorífico se amalgaman en esta pieza donde los quince intérpretes reciben al espectador con una respiración tenue, como suspendida en el tiempo.

Una vez más Federico Fontán y Ramiro Cortez se zambullen en un universo denso y sinuoso. Primero parieron en 2014 un dúo de seres irreconocibles, violentos y eróticos a la vez. Eran animales, monstruos y centauros. Eran ellos mismos en Los cuerpos, la primera obra de una trilogía en la que están trabajando. En esta primera instancia el acento estaba puesto en el deseo primigenio de fusionarse, de ser uno.

La corporación es la segunda de esas tres piezas que crearon como magos contemporáneos. En esta obra también se coquetea constantemente con lo sobrenatural  y lo onírico. La diferencia es que ahora exploran la expansión de esa unidad, la multiplicaciónde ese uno. Los cuerpos de los bailarines se confunden en una masa amorfa y siniestra, se unen, se separan por la fuerza del vínculo y quedan por momentos de cara a la angustia de la inmensidad. Como arrastrados por una marea turbia se ahogan al ver a uno de los suyos falto de aire. Luego nacen, uno del otro, desde las espaldas, por el pecho.

La escena yace desnuda de escenografía y entre estos seres danza la luz bajo la dirección de Paula Fraga. Este elemento cobra una potencia inextricable apareciendo como fuente vital de estos organismos confusos y construyendo situaciones de amenaza y violencia junto con la música original de Martin Minervini. Ambos son fundamentales para la existencia de este mundo dark y tremendamente sugestivo.

Los directores logran un resultado de una polisemia tan incómoda como atractiva. No dejaría de ver esta belleza perturbadora. 

Timbre 4

México 3554. Tel: 4932-4395.

Jueves a las 22:30.