La Chicana

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La banda liderada por Dolores Solá y Acho Estol presenta su séptimo disco, llamado La pampa grande. En él reflejan el intercambio entre Buenos Aires y Rio Grande do Sul.

Describir la geografía musical latinoamericana nunca fue fácil. Hay miles de matices, modismos y formas de ver el mundo, que si bien tienen un punto de partida en común, se diversifican casi por cada músico que lo intenta.

Solo a veces se dan encuentros mágicos, provechosos.

Es el caso de la reunión entre el grupo La Chicana y músicos gaúchos. El proyecto nació de una convocatoria de la Secretaría de Cultura de Canoas (Brasil) para producir un disco con gente de la otra orilla.

La primera sorpresa es que no hay bossa nova, ni tango netamente rioplatense. Se logra una verdadera fusión, con instrumentos autóctonos y voluntad de buscar un lenguaje común. Por supuesto, tratándose de La Chicana, no falta el elemento canyengue. Pero es ejecutado con ánimo de celebrar lo folklórico del tango, hermanarlo con sones limítrofes.

Con esta impronta se oyen versiones primorosas de algunos clásicos como El aguacero. Las canciones originales y bien urbanas de Estol se mezclan con un paisaje tropical. Dolores Solá tiene una voz maravillosa, de cancionista de armas tomar pero también capaz de alcanzar registros de sorprendente dulzura, de madama de burdel de buen corazón, de guerrillera del amor capaz de acunarte, solo si ella quiere, toda la noche.

La elección de los temas instrumentales también es muy significativa. Hay un foxtrot de Oscar Alemán con todo el brillo de los locos años veinte y fuerte raíz afro, y Jatobá, que logra el vuelo perfecto, en el límite entre el tango y el candombe. Raíces negras, ritmos del tango- milonga nuestro pero enriquecidos por la percusión africana, que es en realidad de donde provienen.

Toda esa experiencia es la que están dispuestos a compartir en estos recitales íntimos y potentes. Los recomendamos con admiración.