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Estrenos argentinos

El limonero real

Por:

Gustavo Fontán, el director de La orilla que se abisma, nos ofrece esta película basada en una novela de Juan José Saer.

Wenceslao no oye nada salvo el tumulto oscuro del sueño, que se retira de su mente como cuando una nube negra va deslizándose en el cielo y deja ver el círculo brillante de la luna.

La pluma deslumbrante de Juan José Saer fue tomada como punto de partida para esta nueva producción de Gustavo Fontán. 

El libro, también llamado El limonero real, cuenta la sencilla historia de un hombre, Wenceslao, que vive en una isla del litoral. Sus parientes lo invitan a pasar Año Nuevo con ellos, a él y a su mujer. Pero ella no quiere ir porque sigue de luto por la muerte de su hijo.

Esa muerte pasó hace seis años. El chico ya no está, pero está su ausencia.

El guión de la película es del director. Los diálogos respetan la pluma del escritor, pero con una impronta muy cinematográfica.

Las tomas son bellísimas, armónicas, sitúan con dura lindeza en aquel sofocante verdor de las islas, que desmienten toda muerte posible con la obscena manifestación de su floración. Pero allí está el recuerdo de la sudestada, en esas imágenes al ras del agua gris, en la lluvia repentina, en esas orillas imprecisas y barrosas. La muerte está mentada en esos animales negros que de pronto cruzan la pantalla -el caballo, el perro, el vivo fondo del río-, en las ropas oscuras de la madre y del ladeado, el inquietante sobrinito de Wenceslao.  

A esas tomas hermosas, que componen el mosaico palpitante de una poesía (la dirección de fotografía y la cámara pertenecen a Diego Poleri), se suman los  sonidos en off -el paleo del bote en el agua, las respiraciones, el murmullo luminoso de la corriente- para ayudar a construir un universo compacto.

Germán de Silva, que compone a Wenceslao, es un actor que se instala en la ficción que le proponen y empieza a vivir ahí, como si fuera un nativo de esa realidad. Está cómodo cortando leña, remando en el Paraná, faenando animales, encendiendo el fuego. Dice con el cuerpo, con la mirada, con el rostro, y acá da un paso más: se confunde con el paisaje; él es, en cierto modo, ese árbol prodigioso que ilumina la película.

Patricia Sánchez , Rosendo Ruiz, Eva Bianco, Gastón Ceballos  (el niño ladeado), Rocío Acosta, Carlos Daniel Linches y María de los Ángeles Leiva, son parte de un  elenco está muy bien elegido y dirigido. Los viejos y los niños fueron retratados con amor, no cabe otra palabra.

Fontán realizó la mejor adaptación posible de la novela. No trató de seguirla en sus múltiples puntos de vista, en su contar hipnótico y repetitivo, en esos ángulos oblicuos y superpuestos que terminan desembocando, como en un embudo de angustia, en la ausencia del hijo.

Trabaja con imágenes propias, muy seguro. Es como si se hubiera acercado al irradiante mundo de Saer y desde allí dentro filmara lo que estaba viendo, oyendo y sintiendo. Logró el registro documental de una literatura que vive. 

Estreno en Buenos Aires: 1° de septiembre.