Cromosoma 33

Por: María Simons

Martín Blanco escribe y dirige esta obra que invita a reflexionar sobre la problemática de tener un hijo dentro de una familia homoparental.

La sensación es la de estar mirando por una cámara oculta. Como espiando en la intimidad de estos personajes, el espectador se sumerge en esta historia. Una pareja de mujeres quiere tener un hijo y le piden al mejor amigo de una de ellas que sea el donante. Sutilmente el director va mostrando las fisuras de un plan aparentemente perfecto, y el acuerdo pactado empieza a quebrarse. La aparición de una nueva vida trae cuestionamientos y las promesas ya no son fáciles de cumplir.

¿Cómo pretender negarle la paternidad al padre biológico? ¿Por qué no ceder y dejar que otra persona sea la madre adoptiva?

Y entonces desde la butaca, uno desea tomar partido y quizás emite juicio sobre las posturas de cada uno, hasta que se da cuenta que no hay un partido que tomar, que cada uno tiene sus motivos, egoístas quizás, pero que surgen de un deseo genuino y del temor a perder lo que se ama.

Martín se arriesga al mostrar esta realidad, nueva, pero cada vez más cotidiana, acompañado por un elenco de cuatro actores excelentes y comprometidos. Joe Seitún compone a Lolo, el amigo gay, sensible y conflictuado, Cecilia Echagüe nos emociona con su Gaby, que quiere ordenar y conciliar a toda costa, Ele Kroupa transmite con verdad el sufrimiento y temor de la Rusa y Alan Shuartz se planta firme como Fernando, el hermano de Lolo.

La escenografía, resuelta con piezas básicas, representa de una manera realista los espacios de estos dos hogares en los que nos sentimos inmersos.

Reflexión, con ternura, humor, enojo, o temor, pero con compromiso.

A esto te invita Cromosoma 33. No la dejes pasar.