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Estrenos argentinos

El sacrificio de Nehuén Puyelli

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La película de Campusano, estrenada en el Festival Internacional de Mar del Plata, será exhibida en las salas porteñas.

La productora de José Celestino Campusano  se llama Cine Bruto. No funciona como las otras en cuanto a organización comercial. Tiene los principios de una cooperativa. Comenzó a desarrollarse en plenitud cuando se abarataron los costos del cine gracias a las tecnologías digitales.

Campusano aclara que el suyo es un cine alejado de la ficción convencional. Este realizador trabaja con una técnica casi antropológica, de trabajo de campo. Se acerca a una población, la conoce e intercambia, detecta una problemática, hablan con testigos o personas allegadas a ese conflicto y luego tratan de ponerlo en escena, de registrarlo en imágenes. Para eso integran a la comunidad que parió la historia, de donde, por ejemplo, salen los actores.

Esta forma de filmar, tan a contrapelo del mainstream -aún para nuestro país- produce unas películas inusitadas, con la mirada puesta en personajes poco comunes. Ahí están los que trabajan, los que viven en el conurbano, los gays alejados del glamour de la ciudad, los ladrones, las mujeres. Los pobres.

Cine Bruto es un espacio para contar esas historias. Largos que tienen emoción, pasión, y están desarrollados con un guión de factura impecable.

En el caso de El sacrificio de Nehuén Puyelli la historia pasa en Río Negro. Ramón es un preso en el final de su condena. La pasa en una cárcel de mediana seguridad. Está tranquilo hasta que  Nehuén, un muchacho de origen mapuche, cae preso por una supuesta violación.

Alrededor de esos dos personajes se mueve una trama de corrupción policial, abuso de poder y resentimientos nunca zanjados, que vienen desde la época del genocidio de los pueblos originarios. Esa atmósfera de opresión y sangre, de silencio impuesto y obligado, sobrevuela todas las situaciones.

El sacrificio… es una especie de tragedia griega, con una estructura muy precisa, diálogos que exponen abiertamente. Sus personajes son casi actanciales. Tienen una misión que cumplir y la llevan a cabo para que avance el relato.

Quizás los actores no sean profesionales, pero se dejan atravesar por sus personajes porque lo que están contando les es muy cercano. De una manera mágica, todo funciona.

Damián Ávila se destaca con su Ramón y el Chino Aravena compone al misterioso Nehuén del título. Emanuel Gallardo es el hijo de Henderson y Daniel Quaranta es el Perro. La que se roba la película es Ana Nuñez, como la madre de Nehuén.

El de Campusano no es un cine fácil. Ni fácil de hacer ni fácil de ver sin conocer sus códigos. Pero es un cine posible, que refresca, que cuenta cosas nuevas. Con un punto de vista que pasa por otro lado, menos explorado y más sustancioso.

Campusano se sale con la suya con dinero o sin dinero. Mantiene viva la llama de ese cine que quiere decir algo.

Y lo mejor. No hay una única mirada dentro de su cine. El realizador distribuye esa mirada en la comunidad, para que se reproduzca una suerte de realidad a muchas voces. 

Estreno en Buenos Aires: 1° de diciembre.