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En cartelera

Nieve negra

Por: María Guadalupe Cuenca

La opera prima de Martín Hodara se mantiene cómoda en los cines porteños.

Lo primero que llama la atención de esta película es la buena mano de su director para realizarla. No parece la primera experiencia cinematográfica de nadie. Hay planos elegantes, una mirada original, una buena dirección de actores, un desafío ganado a la naturaleza.

La historia transcurre en un inhóspito paraje de la Patagonia que oculta una casita perdida en medio de la nieve. En esa casita han sucedido cosas grandes, tenebrosas. El personaje que tan magníficamente interpreta Leonardo Sbaraglia tiene un recuerdo fugaz para ciertos pasajes de su infancia. No se acuerda o no se quiere acordar. Pero el personaje de Darín, su hermano mayor, un viejo ermitaño y amargado que convive con el frío y la soledad, recuerda todos los días.

En medio de los dos hay tiempo. Y está la esposa del hermano menor, una españolita que parece de espuma pero que esconde insondables honduras.

Estamos ante un thriller lacónico y argento, con una fotografía soñada y un regusto amargo que remite a algunos grandes films de la década del ochenta.

Hay mucho perfume a Fabián Bielinsky en sus climas, en sus personajes y en su guión, que pertenece al mismo director y a Leonel D’Agostino.

Hay un muerto en el ropero, un misterio que está esperando la lóbrega reunión de una familia para resolverse.

Quizás por algunos momentos la verosimilitud se quiebre, por ciertos gestos de los actores, por ciertas resoluciones precipitadas; pero en general la cosa fluye y el poderoso embrujo del relato termina ganando las voluntades de los espectadores.

Dolores Fonzi y Federico Luppi también son de la partida. Redondean actuaciones sentidas y comprometidas.

El resultado final es una película atrapante y un poco melancólica, que deja una buscada sensación de que el mundo es un lugar bastante injusto. Recomendada.