La denuncia

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Estilo campero del bueno. Las máscaras de la argentinidad cuentan una historia truculenta en clave de humor.

 

Dicen que en 1909, a un año de la Fiesta del Centenario, no pasaba nada en el pueblo de Las Flores. De vez en cuando venían unos volatineros, alguna compañía de actores trashumantes. Pero nada interrumpía la monótona llanura.

Hasta que pasó lo del Bonifacio y la Dolores.

En un pueblo chico se sabe todo. Más cuando el comisario y el sargento de la policía tienen lengua de largo aliento. Los dos toman la denuncia de doña Angélica, que asegura que su marido el Bonifacio se escapó con su hija menor, la Dolores, de quince años.

Esta denuncia, un caso verídico, fue rescatada por el dramaturgo Rafael Bruza.

La llevó a un grado de surrealismo extremo, logró una especie de obra bufa con tipos arrancados del Martín Fierro, de algún almanaque de Molina Campos, de estampas de Patoruzú y Súper Hijitus.

Con diálogos delirantes, verdaderos poemas, recortes gloriosos del imaginario del habla pampeana, compuso una comedia divertidísima, en complicidad con la estupenda dirección de Claudio Martínez Bel y los actores.

Marcelo Mazzarello, Gastón Ricaud,  Federico Cesere y Marcelo Xicarts la rompen. Se ayudan con máscaras que los caricaturizan en divertidos estereotipos,  que se ingenian para explotar al máximo. Los acompaña el vestuario, las pelucas, pero también la postura corporal, la entonación de cada frase, el saber decir.

A ese universo se le superpone otro, el de esos actores ambulantes, de teatro pobre, que a la vez componen a estos personajes.

Además, están presentes todos los temas de la argentinidad actual: la violencia de género, el machismo, el abuso policial, el desamparo de un gobierno que está lejos, en alguna parte, preparando una fiesta a la que no seremos invitados. Ni invitadas.

El resultado final es hilarante.Es un hallazgo encontrar piezas que reflexionen desde un humor tan al límite.