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El bar

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Se estrena en Buenos Aires la última película del aclamado director español Álex de la Iglesia.

Las películas de Álex de la Iglesia logran quizá como pocas retratar el absurdo social y cultural que caracteriza la actualidad española. Siempre resulta motivador seguir las realizaciones de este heredero de Buñuel y de Almodóvar en la concepción de un cine capaz de desarmar el realismo utilizando recursos modernos y tradicionales al mismo tiempo. Sus referencias al esperpento y al grotesco español, y el clasicismo dramático de sus películas estructuradas claramente en tres actos, se acompañan por una apuesta a grandes producciones llenas de acción y efectos especiales. Esta vez el director bilbaíno demuestra nuevamente su experiencia y conocimiento con esta comedia negra que además de resultar divertidísima logra conformarse como lectura lúcida y pesimista del presente.

La puesta en escena sucede casi enteramente dentro de un bar, donde un grupo de “frikis” que representan distintos estereotipos de la sociedad española (a la manera de Tarantino en la reciente The Hateful Eight) se encuentra desayunando tranquilamente hasta que uno de los clientes se marcha del local y en cuanto pone un pie en la calle recibe un tiro en la cabeza. La presencia del francotirador desconocido remite en seguida a aquellas escenas de El fantasma de la libertad, donde la gente moría sin sentido alguno al caminar por las calles. A diferencia del surrealismo de la propuesta de Buñuel, en la película de De la Iglesia sí es importante encontrar una explicación al suceso violento que llega para alterar el orden, y es en esa tensión que se apoya el suspenso de la película. ¿Quién es el asesino? ¿Y si incluso está dentro del bar?

La limitación espacial no parece un problema para el director de La comunidad, aquella maravilla con Carmen Maura donde también hacía un uso muy interesante de los espacios cerrados. El desarrollo argumental es sólido y potente, aunque la develación del secreto ocurre un poco pronto y la trama se reestructura en un epílogo tal vez demasiado desbordado. Lo que uno disfruta sin parar es la calidad de las actuaciones, la sensación de que están todos allí interpretando algo que les pertenece, que les es profundamente genuino. En esos personajes deformados (como aquellos que Valle Inclán hacía pasar por los espejos cóncavos y convexos del Callejón del Gato) puede leerse la condición de una sociedad estallada en sus propios valores, agotada de depredadores que han abandonado cualquier noción de lo colectivo para abocarse al culto desbordado de lo individual. El delirio del guión y el coraje de autor de Álex de la Iglesia vuelven a su obra imprescindible para reencontrarse con la mejor tradición de comedia negra de la cultura española. Reír y reflexionar, compadecer y odiar: la locura que se esconde en la vida cotidiana se nos revela en forma de cine.

 

Estreno en Buenos Aires: 8 de junio.