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El secreto de Lucía

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La opera prima de Becky Garello reúne poesía, espíritu trashumante y ganas de contar una buena historia.

Década del sesenta. Juan, un timador profesional (Carlos Belloso) acondiciona un colectivo como teatro ambulante y convence a Mario, un joven de corta estatura (Tomás Pozzi), para montar un número fraudulento de ventriloquia. Los dos salen a la aventura por los pueblos del interior. En un bar de mala muerte conocen a Lucía (Emilia Attias), una cantaora muy especial.

Así comienza El secreto de Lucía, el primer largometraje de Becky Garello, productor de vasta experiencia, rodado casi en su totalidad en la ciudad de Chacabuco.

Podría tratarse de una película como muchas, pero la magia especial que tiene consiste en la pericia que tuvo Garello para dejar salir su mundo interior. El realizador se permitió mostrar lo que tenía en la cabeza, un universo con leyes propias, personajes entrañables y vía libre para la ternura. Por eso la experiencia de verla se acerca a la poesía, al buen viaje, a las fábulas de Leonardo Favio y Zuhair Jury y también a los musicales televisivos que reconfortaron nuestra niñez.

Además, existe una clara vocación por contar una buena historia. La exposición del guión, que crece, gira y cambia de perspectiva todo el tiempo, fue un cuidado trabajo de Graciela Maglie junto al realizador. Hay una mano experta en la escritura y eso se nota. Lucía siempre tiene un secreto, que va cambiando a medida que el metraje corre pero que se mantiene pleno de interés.

Otro punto a favor es el delicado clima, a veces hasta onírico, con el que están encaradas las escenas. Realmente sorprende tanto amor por la imagen. La fotografía es cálida, intimista, y acompaña bien esa travesía por un pasado casi de cuento.

Y en el rubro actoral, hay un excelente plantel de protagonistas. ¿Cómo no empezar destacando a Carlos Belloso? Su Juan, canalla y tierno, violento y redentor, encontró en su cara y su actuación un modo de existir. Así de simple. Su personaje vive; Belloso le dio la vida con su talento.

Tomás Pozzi es toda una revelación en el país, a pesar de que lleva una extensa carrera en España. Su Mario es conmovedor, visceral y profundamente divertido. Emilia Attias, como la misteriosa Lucía, atrapa con su ternura y su voz.

El elenco se completa con una versátil Lucila Gandolfo (que compone muy bien a la madre de Mario), Roberto Carnaghi, Turco Naím, Manuel Vicente y Arturo Bonín en el rol del dueño del teatro. Adrián Navarro se luce en su composición de Pedro y es el que narra la historia y desata la cinta de uno de los secretos del film.

Cálida, verdadera, el director fue a buscar esta historia en el pueblo de su infancia. Ese espíritu lúdico de la niñez, hilado con una forma de contar el arte y el amor, son los mayores atractivos de su opera prima.

Estreno en Buenos Aires: 10 de abril.