RECOMENDADOR DE ARTES Y ESPECTÁCULOS

Review

Che strano chiamarsi Federico: Scola racconta Fellini

Por:

Entre el documental, la ficción, la reconstrucción y la magia, Ettore Scola narra la historia de su amistad con el genial Federico Fellini.

Auténtica cita impostergable para quienes el rótulo Cinecittà provoca torrentes de adrenalina en el sistema circulatorio. Ettore Scola empalma en Che strano chiamarsi Federico (2013) un valioso material de archivo con reconstrucciones de momentos biográficos que el propio realizador, en calidad de testigo o amigo íntimo, evoca tal y como indica el subtítulo, Scola racconta Fellini, no tanto como la historia cronológica de un genio sino más la de una sensacional amistad. De esta manera "un gran regista del cine italiano cuenta al más grande regista de todos los tempi"...

Hay de todo un poco: anécdotas jugosas de varias épocas, un sustancioso detrás de cámara de Amarcord (1974) o las pruebas de cámara de Gassman, Sordi y Tognazzi para el personaje de Casanova (1977), que finalmente sería para Donald Sutherland. Pero lo más novedoso para el amante del cine italiano son las secuencias de recreación del joven Fellini y, más tarde, el principiante Scola en las desopilantes reuniones de redacción de Marc'Aurelio, una publicación satírica de la década del treinta y del cuarenta de la que surgieron varios de los guionistas que perfilarían la comedia italiana de los cincuenta.

Entre teatros de vodevil, cafetines romanos y la alquimia musical garantizada por las melodías de Nino Rota, tenemos a Fellini y Scola circulando – anónima y anacrónicamente – por una Roma trasnochada en la que se vinculan con seres marginales o artistas nómades – no se sabe bien si en el afán de recoger historias para aprovechar en sus películas o por simple diversión noctámbula contra el insomnio – y un entrañable encuentro entre ambos realizadores y el eterno Marcello Mastroianni (encarnado por un sosias).

La propuesta es doblemente interesante debido a que ofrece atracción y sorpresa, tanto para el aficionado como para el cinéfilo, que recuerda diálogos enteros de memoria. El mortuorio desenlace, por cierto, hará sonreír melancólicamente a todos, incluyendo al propio e inmortal riminense.