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Estreno internacional

La esencia del amor

Por: Sebastián Tabany

El manipulador film de Paul Andrew Williams es un ataque impiadoso pero cualitativamente elevado por las grandes actuaciones de Vanessa Redgrave y el inoxidable Terence Stamp.

Si el film del año pasado, Amour, era una descripción elegíaca de los últimos momentos en una relación de personas de avanzada edad, La esencia del amor sigue en los mismos carriles pero lo hace de forma light, menos culposa y más impune. El film cruza varios géneros, los cuales el cine inglés ha ido despachándose en los últimos veinte años. Todo o nada, llamada originalmente  The full monty, era una respuesta a la década de los ochenta thatcheriana que concluyó en un empobrecimiento de la población y una desindustrialización de ciudades enteras, pero cuyo optimismo simplón era la solución a todos los problemas. El grupo de obreros desempleados que se convertían en strippers para sobrevivir evolucionó hacia otras personas que se juntan para realizar actos artísticos voluntaristas como forma de afrontar la realidad. Terence Stamp y Vanessa Redgrave son un matrimonio de décadas. La mujer, como forma de paliar un cáncer fulminante, va a un coro dirigido por Gemma Atherton. En su casa, el gruñón y malhumorado Stamp se queja de la futilidad del ejercicio lírico mientras continúa con su distanciamiento eterno con su hijo, Christopher Eccleston.

No hace falta ser un guionista experimentado para predecir que sobre el final el hombre amargo se transforma en un ser de luz y que no solamente se reconcilia con su hijo sino que además cae bajo los embrujos musicales de la directora del coro y termina cantando en una final de concurso.

Si les molesta que haya contado el final, no es tan terrible, se ve venir a millas de distancia. El mayor atractivo de La esencia del amor reside en la pareja protagónica, especialmente en Terence Stamp. Otrora chico rebelde de fines de los sesenta, Stamp es un actor con una presencia paralizante aún a sus ochenta y un años. Nominado al Oscar en 1962 por Billy Budd, su primera película, Stamp es un mito viviente que trabajó con todos los directores de la movida británica de esa década. Al igual que el galés Anthony Hopkins, el alcohol lo tuvo alejado de la pantalla en los setenta para volver lentamente y con la experiencia marcada en su rostro en los ochenta y los noventa. Tal es su magnetismo que Steven Soderbergh decidió utilizar escenas como flashbacks de Pobre vaca, el film de Ken Loach de 1967, para Vengar la sangre de 1999. Conocido popularmente por ser Zod de la saga Superman (la de Christopher Reeve) y el Canciller Valorum en Star Wars Episodio 1: La amenaza fantasma, Stamp es uno de los pocos chicos malos del cine que quedan en la actualidad.

 

Estreno en Buenos Aires: 12 de diciembre.