Pepino

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Hay algunos  sabores irrepetibles que no han modificado su receta o presentación, que pertenecen tradicionalmente a lugares a los que bien vale un ligero traslado.

Desde principios de los 80 vivo en esta bendita ciudad, no la cambiaría por nada, pero debo reconocer que siento cierta envidia por quienes viven cerca de lugares emblemáticos de exquisitos sabores.

Qué bueno, por ejemplo, poder cruzarse a la panchería El 46 en la localidad de San Martín. Estar cerca de los mejores sándwiches  de miga que son de El Sol de Caseros o el caso que nos ocupa, la famosa hamburguesa de Pepino en Acasusso.

Uno de los primeros lugares que conocí fue Zona Norte, allá estaban las chicas que más me gustaban y la vida me premió.

Recuerdo ir a comer hamburguesas en un pequeño local sobre Libertador recomendado por un amigo, estaba al lado de la estación YPF de la esquina de Libertador y Gral. Pueyrredón. El tiempo pasó y hace 10 años volví a la zona. Ahí estaba un moderno y gigante local que ahora ocupa toda la esquina, la calidad sigue sin modificaciones a pesar del paso de más de 30 años.

Desearía que tengan esa experiencia, quise saber sobre sus inicios, cómo era que había empezado esa receta que mi suegro conoce por compartir carnicero, 10% de bondiola y 90% de rosbif, más los secretos que la hacen única.

Tendí redes e Irene Dotta dio el primer puntapié aportando que Pepino es un diminutivo de Giuseppe, debería haber una familia Italiana en sus orígenes.

Pregunté a unos queridos muchachos, una cofradía llamada The Singing Gourmet Boys Night que tienen la dicha de tenerlo cerca.

El siguiente dato fue de Peter Macfarlane que había vivido a dos cuadras (en el 66 había una heladería Laponia y sus propietarios comenzaron a vender hamburguesas para los alumnos de St. John’s).

Entonces sería de gran ayuda otro José, que cursó en ese colegio, José Luis Olle aportó la historia desde su teclado y se hizo la luz.

Relata que se trata de una historia familiar.

—El lugar nació en los 60, como la heladería Laponia de Martínez (había otra en Acassuso, también sobre Libertador). El local lo puso el suegro de Pepino, que tenía una concesionaria DKW justo al lado. De hecho, achicó la concesionaria para hacerle lugar al local de Laponia. Los alumnos de St. John’s solíamos visitarla mucho por los helados y, ya en secundaria, para comprar cigarrillos. Era un lugar fenómeno para ratearse. Pepino, que nos conocía a cada uno por el nombre, vio la veta y la puso a su mujer a preparar hamburguesas, pero tenía competencia: The Embers se había abierto en 1967 (mi padre fue uno de los socios fundadores) a pocas cuadras de ahí, con especialización en comidas americanas, hamburguesas y otros manjares. Pero las hamburguesas de la mujer de Pepino estaban hechas a mano, eran más ricas y grandes que las de The Embers.

Cuando falleció el suegro, Pepino tomó el local de la concesionaria DKW (autos que ya prácticamente no se vendían más, recuerdo haber visto el local con un solo auto, amarillo) y agrandó así el propio. Para ese entonces ya todos habíamos dejado de llamarlo “Laponia” para llamarlo “Pepino”, que además ya empezaba a extender el horario de atención.

En la esquina de Libertador y Pueyrredón funcionaba una estación de servicio YPF con taller para reparaciones de lo que hoy se llama “mecánica ligera”. El jefe de taller se llamaba Pedro y fue de gran ayuda para que pudiera completar la reparación de mi primer auto: una Voiture Willys 1936 que estuvo estacionada frente a mi casa casi seis meses hasta que logré hacerla funcionar. Yo le compraba a Pedro partes descartadas de autos que se habían reparado (carburador, distribuidor, correas, etc.). Si no recuerdo mal, la estación de servicio cerró a principios de los 80.

Entonces es aquí cuanto inicia mi relato, cuando yo la conocí, pero por suerte pude saborear aquellas hamburguesas, aunque no asistí al St John´s .

Hoy Pepino es conocido donde pregunte, alguien añora ese manjar y recomiendo incorporar ese lugar trasbarriotero.