RECOMENDADOR DE ARTES Y ESPECTÁCULOS

Bar

La Giralda

Por: Pablo Bernard

Es uno de los últimos titanes, sin más modificaciones que el paso del tiempo se levanta como un emblema de la negación a la cirugía estética y el implante capilar; poseedor de más sabiduría que el libro de las mutaciones, se mantiene como el junco ante la fuerza del viento.

Tan sólo con pensar en las celebridades y cerebros que posaron su trasero para sentarse a las históricas mesas de La Giralda, a este bar se lo debería clasificar como templo. Claro que por sus trasnochadas y vicios no sería sagrado.

En esas trasnochadas se han armado gran parte de los momentos más emblemáticos de nuestra cultura popular. Cargado de historias de vida pegadas en las paredes, sobrevivió a las mutaciones de esta ciudad, al entierro de su pareja La Martona. Quedó viudo y solo en la cuadra, desafiando al ensanche de Corrientes por estar de la vereda de enfrente, al afán de reformas en la época del durlok y la dicroica en la era menemista, de la cual fue víctima La Paz, aquel centro de reunión marxista en contra de los muros que habían levantado en el mundo por entonces, hoy dividida por el muro del espacio de fumadores con un drugstore en la puerta.

La Giralda vio crecer a todos, fue testigo de mis tardes de invierno frente al humeante chocolate con churros, de las madrugadas con sánguches de pan francés, de las lágrimas por el abandono de Marta a los diecinueve, de los primeros whiskys y de los últimos de las mismas botellas y hago un alto en la melanco para pasar este dato con historia: en los principios de los 70 el mejor whisky era el Smuggler etiqueta beige, se importaban unas maltas muy buenas y se lo fabricaba en el país.

El dueño del bar, un sagaz propietario español que había juntado departamentos, le propuso al fabricante de la bebida un departamento sobre Talcahuano a cambio de whisky. Al cabo de una negociación consiguió un muy buen trato pero en botellas de medio litro, una medida que había sacado la marca pero sin éxito.

La Giralda posee aún hoy las botellas que se ven exhibidas en modular, a un precio irrisorio, de un muy buen whisky, el sótano está lleno de ellas y cuentan los mozos que un departamento a la vuelta posee gran cantidad de cajas todavía.

Quien es habitué del lugar sabe la sensación de pertenencia que hace sentir el elenco que lo atiende a partir de que uno es conocido entre los clientes. Maravillas de esta ciudad.

 

 

Av. Corrientes 1453.