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Histórico

Hipopótamo

Por: Miguel Granado

Frente al solar en donde se fundó la ciudad, se sostiene encaramado en un sin fin de almanaques este bar, testigo del nacimiento de Las tres Marías en el cielo nocturno y de las promesas de amor que formaron las familias del barrio, brindando cada día una caricia al alma del habitué.

Desde la fantasía que se produce en la mitad de mi vida, imagino que Don Pedro de Mendoza eligió el Parque Lezama para la fundación de la ciudad porque estaba en frente del Hipopótamo, de El Británico y cerca de la cancha de Boca.

Para hablar de este bar, deberemos primero saber que no es simplemente un lugar con mesas en el que se sirven cafés. Este bar es un sitio con espíritu propio, formado con las alegrías y tragedias de sus habitantes, contenidos en la mirada de su propietario detrás del mostrador, de sus mozos y de los duendes que lo habitan.

En el Hipopótamo se puede ver a una melancólica turista escribiendo sus memorias de viaje, una pareja prometiéndose amor eterno sin poder desenredar sus piernas, una patota de ajedrecistas comiéndose las uñas por el jaque mate de un alfil al rey, Ana y yo tomándonos un anís y Rodrigo recitando en algún rincón. Las mesas vieron al retoño de enfrente hacerse jacarandá y a Lucio crecer. Aquí han sido testigos de cuatro mil atardeceres y han visto tomar café a Dios. Este es sin lugar a dudas uno de los portales mágicos de la ciudad, lo podrás comprobar cuando pruebes las pastas, las picadas, la cerveza tirada y la sidra a la puesta del sol.

Puedo contar algo en intimidad: cuando me siento con ganas de que mi mamá me acaricie la cabeza, ante alguna desazón, corro de noche, muy tarde, a que Lucio me prepare un sánguche de jamón, él lo hace de manera que el pan francés, el queso y la manteca alimentan el corazón, y al abrir la puerta vaivén de la salida el problema se olvidó. Por esto podría asegurar que el mejor sánguche de jamón de la ciudad está allí.

Desde sus ventanas se puede ver el empedrado añoso, los árboles del parque, un barrio que creció pero mantiene sus silencios, sus ancianos con tiempo para el diario. En la vereda de enfrente su mejor amigo, El Británico, a fuerza de algunas transfusiones aún mantiene su esplendor.

Todo esto se aprecia sin moverse de la mesa. Estos son los lugares que debemos disfrutar, que nos hacen bien.

 

 

Av. Brasil 401 y Defensa. Tel: 4300-8450.