Acreedores

Por: Oscar Damico

Revisión del abuso de género, de la mano de un autor maldito, que a más de un Siglo se transforma en metáfora inversa.

La vida del dramaturgo sueco August Strindberg estuvo signada por enfermedades mentales que alimentaron una constante sensación de persecución, lo que aportó a su producción una singular riqueza dramatúrgica. Su obra, al igual que su vida, está cargada de una oscura pulsión misógina.

Comienza a sus veinte años con El librepensador en 1870 y termina en 1909 con La carretera. Toda su producción lo signó como un enemigo de los partidos feministas de la época, que bloqueaban la entrada de los teatros en que se estrenaban sus obras, con tumultuosas manifestaciones que no le impidieron el reconocimiento como persona notable por la sociedad de Suecia, en medio de uno de los entierros más masivos que haya visto esa Nación.

En Acreedores lanza una alerta al género masculino sobre los peligros que encierra la mente de una mujer en su afán de escalar posiciones en la sociedad.

Con traducción de Bárbara Togander, la dupla compuesta por Francisco Civit y Roberto Monzo versiona este material sin correrlo de su objetivo original, con el aditamento de que, en nuestros días, se transforma en un thriller cargado de traiciones e intrigas, ubicando al espectador en la vereda opuesta que pretendía el autor, debido al giro histórico que produce el camino transitado en el conflicto de género que viene atravesando la humanidad. Hoy, la diestra dirección de Francisco Civit resignifica este conflicto haciendo que el espectador, desde una distancia espacio temporal, lo condene.

Son destacables las excelentes actuaciones que realizan Verónica Pelaccini, Alfredo Staffolani y Roberto Monzo, mostrando un especial trabajo de composición que transporta a la platea al perfume que tenían los vínculos de entonces y la seducen de tal manera que designan este material como uno de los más recomendables en la diversa producción teatral de esta ciudad.

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